En algunos países se celebra la salida del año viejo y la entrada del nuevo tirando los trastos obsoletos de los que uno quiere desprenderse. No sé si se mantiene la costumbre, pero me parece que estas fechas son una buena ocasión para proponer que nos desprendamos de un buen montón de ideas tontas, o tópicos o estereotipos, más molestos que otra cosa. Seguro que cada cual tendrá su propia lista de eso que los franceses llaman muy gráficamente “idées reçues” -es decir “ideas preconcebidas”- para señalar que la mayoría de quienes las sostienen no han pensado en ellas por sí mismos sino que las han recibido como parte de su herencia de lugares comunes (que por otra parte son necesarios para pensar: ¡cuidado, no podemos prescindir de todos los tópicos!). En cualquier caso aquí va mi propuesta de doce ideas perfectamente prescindibles y, sin embargo, omnipresentes en el discurso políticamente correcto, que como todos sabemos es el mayoritario aunque sólo sea por su persistencia más que pertinencia, puesto que lo oímos y leemos prácticamente a diario en medios de comunicación, declaraciones políticas y conversaciones habituales. Ahí van, son doce, una por mes del año que viene. Que ustedes las disfruten y feliz año nuevo, como no puede ser tópicamente de otra manera.
1 – Todas las ideas son respetables y todas se pueden defender en democracia sin violencia. No es cierto: hay muchas ideas que no son respetables y algunas llegan a ser genocidas. Las tonterías, las supersticiones y las falacias más usuales no tienen nada de respetables. Ni el racismo, el antisemitismo, la xenofobia, la homofobia o las muchas variedades del totalitarismo y fundamentalismo son defendibles en democracia como lo son las demás ideas políticas. Otra cosa es que la democracia permita la libre expresión, difusión y discusión de ideas antidemocráticas, pero eso no las hace respetables en absoluto. Ni menos peligrosas, porque para abrirse paso muchas de estas ideas necesitan recurrir a formas de violencia y coerción incompatibles con los Derechos Humanos o los fundamentos de la democracia: la igualdad jurídica y la libertad personal. Por eso algunas democracias han declarado ilegales “ideas” como el negacionismo de algunos genocidios, o partidos políticos y asociaciones entre cuyos fines está, implícito o explícito, la destrucción de la democracia. Sin duda el debate de dónde están los límites entre libertad de expresión y defensa de valores públicos y derechos humanos es un debate inacabable, pero en cambio es evidente, para cualquiera que piense por sí mismo, que no todas las ideas son respetables ni es aceptable su defensa. Quienes sí son siempre respetables son las personas cuando piensan, pero no sus ideas ni opiniones como tales.
2 – No hay que hablar de la corrupción porque es excepcional y hacerlo desprestigia a todas las instituciones. En 2010, sólo la Policía Nacional investigó más de 750 casos de corrupción que implicaban a miles de personas, la mayoría de ellos cargos públicos. Obcecarse, como hizo Rajoy en el debate de su investidura, en que se trata de un fenómeno aislado y excepcional -y por tanto incomprensible- es el verdadero motivo de que las instituciones más importantes pierdan su prestigio y cada vez más gente las vea como un remedo de la Cueva de Alí Babá. Empeñarse en que lo cívico y democrático es un “prietas las filas” de la clase política es todavía una equivocación mayor. Más en una crisis tan grave como la actual, donde millones de personas consideran, con razón, que el sistema político les ha fallado en lo más básico, su derecho a desarrollar una vida autónoma digna de tal nombre. O sea, cosas como trabajar, formar una familia, arraigar –o no- en un lugar, no depender de terceros para solventar sus necesidades y aspiraciones legítimas, y buscar la felicidad. El enroque en que aquí no pasa nada, y si pasa aferrémonos a la presunción de inocencia y a los formalismos procedimentales –salvo si el sospechoso es un rival-, es un juego peligrosísimo para la democracia. Combinado con la crisis económica y política puede cebar la mecha de una bomba social que salte todo por los aires.
3 – El bipartidismo existe porque la gente quiere: es lo que vota. No me extiendo mucho: siguiendo esa lógica hay cinco millones de parados porque la gente elige no trabajar. De hecho, muchos fariseos lo piensan, pero la prudencia más elemental les aconseja guardarse esa opinión…