CIEN AÑOS DE ORGULLO GAY
Ese cuerpo desnudo abrazado a la enhiesta cruz; ese rostro extático, captado en pleno orgasmo; esos pies sangrantes y viriles del Cristo; ese falo serpiente o serpiente falo, que lo mismo da; ese sátiro velludo y atlético; ese juego turbio y torturado...
No sé si es cosa mía, ustedes dirán, pero pienso que pocas veces la cubierta de una novela española se ha mostrado tan abiertamente sexual, o mejor aún: homosexual. Pocas imágenes se han atrevido a tanto y pocos autores, y menos hace la friolera de casi cien años, han sido capaces de seleccionarlas para ilustrar las cubiertas de sus libros. Esto no puede ser obra sino del decadente español por excelencia, el abanderado de eso que hoy pomposamente se declara Orgullo Gay, el aristócrata tronado encarnación de lo bohemio, el combatiente republicano que acudía al frente vestido de frac, monóculo en ristre, rodeado de los mismos efebos que le acompañaron siempre por veladas, estrenos y tugurios: Don Antonio de Hoyos y Vinent.
Pocas escrituras de estas tierras como la de don Antonio, encenagado tan a gusto en los pantanos del pecado; fiel seguidor de San Joris Karl Huysmans, de Aubrey Beardsley, del santo patrón Oscar Wilde, ofrece desde las páginas de las colecciones literarias de su tiempo un sinfín de relatos y novelas en las que el sexo, mórbido, expreso, enfermizo, ocupa invariablemente el primer plano; bien de forma abierta, bien disfrazado de lección moral de aquellas que por reprender el vicio muestran más a las claras todos sus atractivos.
Otro decadente, este de ahora, Luis Antonio de Villena, glosó inmejorablemente su figura en su volumen sobre el dandismo Corsarios de guante amarillo. A él les remito para que se instruyan quienes sean lo suficientemente avispados para querer conocer tan insólita y venerable figura.
Apareció el perverso cuento El retorno en enero de 1913, hace casi un siglo, ya ven, en la colección El Libro Popular. Teñido de arriba abajo de malicia y finura, cuenta la triste historia de un escultor famoso, viajero experimentado que agota su cuerpo en todos los burdeles de Oriente entre dulces adolescentes y blancos traseros antes de casar en España con su eterna novia, pobre moza que mal conoce los gustos de su amado. Varios años conservando su virginal flor le convencerán de su errónea elección...
Por medio, éxtasis sexuales sentidos en plena misa al contemplar las seráficas efigies de los ángeles; azotainas y latigazos con que engañar -¿o excitar?- el deseo; brutales calentones de entrepierna provocados por la visión de tiernos infantes... Sadismo, pedofilia, masoquismo, sexo en libertad entre atroces remordimientos y promesas de redención... y todo en la España de 1913... para que luego se crean ustedes que estos tiempos de ahora han inventado algo...